Un día llegas al punto de no confiar en nadie, de querer estar solo, de no pensar en volver a dedicarle tu tiempo a alguien, de cansarte de los falsos te quiero, de las decepciones y frustraciones pasadas y piensas que vales mucho para entregarte a una persona que no te merece en ningún sentido y eso para ti está bien, pues aprendes que muchas veces la soledad enseña más que una falsa compañía